Pérignon —el monje que inventó el champagne— descubrió que la corteza del alcornoque es el material ideal para sellar las botellas. Conoce más curiosidades sobre el tapón, un aditamento de vital importancia para la preservación de esta bebida.
El uso del corcho aun nivel preindustrial se remonta a finales del siglo XVII, con la producción de tapones para vino, en especial para los vinos de la famosa región de Champagne, situada en el norte de Francia. Se cree que, de la misma forma que los vinos espumosos favorecieron el uso del corcho, este tuvo también un papel determinante en la valorización de este famoso vino.
El fuerte impulso del uso del corcho como tapón de vino fue dado por el monje Pierre Pérignon que, enfrentado a los problemas de preservación de sus vinos, preparados en la época en su Abadía de Hautvillers, encontró en el corcho la solución ideal para asegurar el correcto sellado de los mismos.
El alcornoque es un árbol de la familia del roble del que se extra el corcho (corteza o capa protectora que desempeña la función de epidermis en el árbol).
El proceso de extracción del corcho se denomina descortezamiento; es un proceso respetuoso con el medio ambiente, altamente especializado, que garantiza que el árbol no sufra daños. El alcornoque es un árbol de crecimiento lento que puede alcanzar los 200 años, lo que permite una media de 16 descortezamientos a lo largo de su vida.
Poseedor de propiedades físicas y químicas únicas, el tradicional e inimitable tapón de corcho asegura una impecable eficiencia técnica. A parte de ser el único tapón que garantiza, además de un correcto sellado, que el vino siga evolucionando después de embotellado, desarrollándose en todo su esplendor.
El secreto de su comportamiento está en su estructura celular. El interior de un tapón está formado por una pequeña colmena de diminutas células de suberina, un ácido complejo, rellenas de un gas parecido al aire. En promedio, cada centímetro cúbico de corcho contiene 40 millones de células y en cada tapón existen unos 500 millones de estas.
Esta estructura celular hace del corcho un material muy fácil de comprimir (tiene la capacidad de ser comprimido hasta la mitad de su tamaño sin perder flexibilidad), con memoria elástica, ligereza e inercia química, características que lo convierten en el sellante ideal para cualquier tipo de vinos.
Estudios recientes y desarrollos tecnológicos hacen que el corcho resalte como el mejor cierre para una botella de vino por lo siguiente:
Es un producto 100 por ciento renovable y sustentable. Por cada millar de tapones de corcho natural se generan 147 kilos de oxígeno, mientras que con otros cierres de botellas se genera huella de carbono.
Las tecnologías de nueva generación como Neutrocork Premium, Twin Top EVO o NOTECH generan total garantía de calidad sensorial en el corcho.
Una buena selección del corcho genera un cierre estable que aísla por completo el vino, lo que forma un escudo contra la contaminación externa.El 97 por ciento de los consumidores percibe al corcho como un indicador de calidad.
FUENTE. Museo del Vino de Guanajuato.