La bailarina y coreógrafa líder de esta disciplina expresó a través del arte su realidad, asegura Gabriela Jiménez
Martha Graham, bailarina, coreógrafa, nacida el 11 de mayo de 1894 en Pittsburgh, Pensilvania (Estados Unidos), “supo enaltecer el lenguaje del espíritu a través del cuerpo”, de acuerdo con Gabriela Jiménez Bernal, promotora cultural especialista en danza.
Para la también periodista mexicana, “lo que actualmente resulta común en el quehacer dancístico mundial en su época resultó una gran innovación, debido a que incorporó movimientos nunca antes vistos en este arte, como el arrodillarse, ponerse en cuclillas, desplomarse o levantarse”.
Ella descubrió el control y el poder en el torso para resolver técnicamente problemas de equilibrio en la danza; vio en la pelvis una inagotable fuente de energía, y puso énfasis en la contracción, en la relajación, las caídas controladas, los saltos y el desarrollo de imágenes por medio del movimiento.
Consecuentemente, a Martha Graham se le debe gran parte de la herencia dancística de la que hoy goza el mundo. Por sus aportes a la creación, promoción e impulso a la danza, ganó, entre otras distinciones, la Beca Guggenheim en Artes Creativas, la Medalla Presidencial de la Libertad y el Premio Kennedy.
“El título de líder de la danza moderna se lo ganó con creces. La maestra Martha Graham fue y seguirá siendo una de las mejores bailarinas y coreógrafas que ha legado el mundo; su contexto social y político fue determinante en la formación de su propio estilo que trascendió al mundo”.
Explicó que la historia señala que en la década de los años 30 del siglo XX, el arte vivió una peculiar transformación, y la danza no fue la excepción. Martha Graham recibió, desde temprana edad, la penetrante influencia de la corriente filosófica existencialista, así como del socialismo.
Jiménez Bernal, como otros especialistas, considera que su propuesta fue revolucionaria al sentir hambre insaciable de expresar, a través de la danza, la realidad americana y tener un propio estilo, alejado de la ola europea. “Muchas temáticas le inquietaban para llevarlas al escenario”, abundó.
En ese sentido, dijo, sobresalen los rituales religiosos, la mitología griega, la condición femenina, así como las tragedias poéticas y la sátira. Ese talento llegó a interesarse en la danza hasta los 22 años de edad, y se formó profesionalmente en el Denishawn, donde pronto reveló sus capacidades dancísticas.
Posteriormente se trasladó a Nueva York, donde destacó como bailarina en el Greenwich Village Follies y como instructora en el Eastman Theater. Desde entonces, nunca paró su actividad inmersa en la danza, hasta 1960, cuando ofreció su última presentación. “Su dedicación y aporte le granjearon el respeto de la crítica.
Un título que siempre la enorgulleció fue el de “Bailarina del Siglo” que le otorgó la revista Time en el año 1998, de acuerdo con los editores, por ser una de las personas más valiosas del siglo XX. Al mismo tiempo se nombró a su compañía “Patrimonio Nacional”.
“Su repertorio fue innovador, como Frontier y Carta al mundo, piezas estrenadas en 1935 y 1940, respectivamente, y sus obras sobre la mitología clásica, como Errand into the maze (1947), Viaje nocturno (1948), Alcestis (1960), Dedra (1962) y Circe(1963), entre otros trabajos.
Graham estaba convencida de que no era suficiente la excelencia técnica, sino la avidez del ejecutante, y su pasión por la vida, pues una de sus grandes filosofías era acerca del bailarín. Esas ideas las mantuvo en su práctica profesional hasta que la muerte la sorprendió el 1 de abril de 1991, en Nueva York.
Fuente: Notimex