El ser humano siempre ha sido un animal muy competitivo, pero las circunstancias en las que vivimos parecen estar acentuando este rasgo. Las crecientes exigencias que se nos imponen en áreas tales como la académica o la laboral dan buena cuenta de ello, auspiciando un afán de superación insaciable y agotador.
El perfeccionismo es un atributo que suele ser entendido de dos formas muy distintas: o bien como una virtud que conduce a la excelencia, o bien como un defecto que nos arrastra hasta la frustración y el fracaso.
Se expresa como la determinación de altos estándares personales que pueden llegar a ser difíciles de alcanzar; o como la tendencia a evaluar, a uno mismo o a los demás, de un modo enormemente crítico y negativo. Todo ello acaba traduciéndose en la hipervigilancia ante cualquier posible error, lo que disminuye la espontaneidad de nuestras acciones.
Nuestros hábitos pueden revelar aspectos de nuestra personalidad. Podríamos pensar que los que se inclinan a la de ser perfeccionista nos ayudarán a conseguir más cosas y a ser más exitosos, sin embargo, el exceso de perfeccionismo puede provocar consecuencias negativas, por ejemplo: vivir más tensos, estar más angustiados, no disfrutar de los logros e, incluso, un sentimiento de fracaso pese a hacer bien las cosas. Y estas son algunas:
El perfeccionista se pone objetivos irracionales que pueden crear tensión constante y provocar una eterna insatisfacción por todo lo que hace. Esto puede causar que el individuo perfeccionista acabe sufriendo en su día a día pero, ¿cómo le afecta? A continuación se muestran las consecuencias negativas de ser demasiado perfeccionista:
Ya que los perfeccionistas nunca se sienten satisfechos por los logros conseguidos, los sentimientos de fracaso pueden llevar al desarrollo de una autoestima baja. Las creencias de fracaso sobre sus éxitos no son realistas: cuando una persona sufre un trastorno perfeccionista, puede realizar tareas con un alto grado de excelencia, pero su percepción irracional le hace creer que su trabajo no ha estado a la altura a pesar de los elogios de los demás.
Ya que la persona perfeccionista nunca se siente bien con lo que realiza, piensa que nunca ha conseguido sus objetivos. Por tanto, la autorecriminación y la culpa son una habituales por pensar que no ha cumplido sus expectativas.
Ya que el perfeccionista se marca objetivos muy elevados y no reconoce sus propios logros, su visión sobre los objetivos es pesimista. Esto le obliga a pelear sin cesar por conseguir las metas, pero no disfruta del momento, pues su nivel de exigencia le causa excesiva tensión.
El perfeccionista necesita siempre ser perfecto, pero eso es imposible de conseguir en todas las situaciones. La depresión puede ser la causante del perfeccionismo en algunas ocasiones, pero las consecuencias negativas de ser perfeccionista también pueden deprimir a la persona que sufre prefeccionismo.
Querer hacerlo todo perfecto perfecto lleva al perfeccionista a ser una persona rígida, no espontánea e inflexible.
Las personas perfeccionistas son obsesivas y quieren tener todo siempre bajo control. El perfeccionista tiene muchas dificultades para disfrutar del día a día, pues siempre está obsesionado con la perfección.
Ya que al final la persona perfeccionista piensa que nunca consigue lograr sus objetivos, su percepción de autoeficacia se ve afectada.
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