El teletrabajo ha permitido que muchas organizaciones continúen con su actividad en confinamiento. Pero también nos expone a una serie de nuevos riesgos y efectos perniciosos.
En las circunstancias de la actual pandemia, resulta obvio que el teletrabajo ha permitido que muchas organizaciones (financieras, administrativas o educativas) puedan continuar con su actividad y que miles de personas mantengamos nuestros puestos de trabajo –a diferencia de otros muchos que temporalmente (esperemos) lo han perdido–.
Por otro lado, el teletrabajo nos hace más llevadero el largo día confinado, evitándonos estar demasiado atentos a las noticias negativas que todos los días nos entran sin pedir permiso.
No obstante, tampoco hay que olvidar que, a pesar de estas ventajas, aquellas personas que teletrabajamos estamos más expuestas a una serie de riesgos y efectos perniciosos (psicológicos, sociales y de salud) a los que tendremos que enfrentarnos.
La defensa y prevención de estos riegos debe pasar por un cambio en la forma de entender el trabajo, tanto por parte de las organizaciones como de nosotros mismos. Teletrabajar no es sustituir la oficina por la casa sin más (según una óptica industrial del siglo XIX). Debe implicar diversas adaptaciones organizativas, legales y conductuales.
1. Cambiar nuestra concepción de disponibilidad constante.
2. Limitar de manera consciente el tiempo de trabajo estableciendo y respetando horarios de descanso.
3. Controlar el acceso a grupos de trabajo en redes sociales.
4. Separar espacios físicos de trabajo en nuestra casa de otros privados.
Asimismo, convendría introducir cambios en nuestros hábitos sociales, tales como incrementar el intervalo de tiempo de consulta de mensajes entrantes, o desarrollar estrategias de afrontamiento hacia las demandas laborales y organizativas. En otras palabras, priorizar actividades y aprender a decir “no” sin que ello nos genere problemas de remordimiento o frustración.
Al mismo tiempo, las organizaciones y gobiernos deben asumir su responsabilidad promoviendo el teletrabajo de una manera responsable, respetando los tiempos y días de descanso y asesorando y dando pautas a los empleados para gestionar estas nuevas formas laborales.
Ningún cambio es inmediato, pero estoy convencido de que modificando y adaptando hábitos personales, sociales y laborales podremos practicar de manera saludable estas nuevas formas de trabajo. Formas que, a diferencia de este estado alarma, han venido para quedarse en nuestras vidas.
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