En un mundo donde las redes sociales premian el postureo y las apariencias, la dismorfia financiera se ha colado en nuestras vidas como un virus silencioso. ¿En qué consiste? En una peligrosa desconexión entre lo que ganamos y lo que creemos merecer gastar. El resultado: ansiedad, deudas y una salud mental que paga el precio.
Según datos de Funds Society, el 33% de los españoles sufre ansiedad financiera, y un 36% ha puesto en riesgo su bienestar por falta de dinero. Pero, ¿cómo llegamos aquí? La respuesta está en la presión por imitar estilos de vida inalcanzables, desde restaurantes instagrameables hasta viajes de influencers.
La dismorfia financiera es como el Trastorno Dismórfico Corporal, pero aplicado a la economía: una percepción distorsionada de nuestra realidad monetaria.
La psicóloga María Palau advierte que este fenómeno puede derivar en:
Eduardo Flores Navarro, experto financiero, lo resume así:
Reconectar con tus valores reales (no los de Instagram).
Menos scroll en redes, más conciencia de gasto.
La dismorfia financiera no es un juego: es la antesala del estrés económico crónico. Pero tiene solución: menos comparaciones, más autenticidad. Como dice Raquel Peláez en Quiero y no puedo, “la emulación pecuniaria es el motor del capitalismo… y también de tu infelicidad”.
¿La buena noticia? Reconocer el problema es el primer paso para vivir dentro de tus posibilidades… y no para las apariencias.
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