Dentro del ámbito académico, y sobre todo del laboral, se implementan términos como “techo de cristal”, por mencionar el más conocido. La función de estos conceptos es nombrar la desigualdad de género dentro de las estructuras de poder, donde las mujeres deben afrontar desafíos para avanzar en el ámbito laboral.
Estas dinámicas, en donde se manifiesta la desigualdad de género laboral, son tan normalizadas en muchos espacios de trabajo, que ni siquiera se concientizan como una desigualdad. Vale la pena comenzar a darle más presencia a estos conceptos para visibilizar las condiciones de desventaja en que gran parte de las mujeres se desempeñan a lo largo de su carrera laboral.
El techo de cristal hace referencia al conjunto de normas implícitas en las organizaciones que obstaculiza el acceso a las mujeres a puestos de alta dirección. Lo anterior, a pesar de que no existen leyes y códigos explícitas que las limiten y que aun así provocan su estancamiento profesional. Este fenómeno es provocado por los estereotipos de género.
Argelia Carrera, profesora del Tec de Monterrey Querétaro, explica que el término se introdujo al entorno académico en 2012. Este concepto se refiere a los límites que se autoimponen las mujeres dentro del campo laboral, lo que las orilla a rechazar ascensos o puestos de mayor responsabilidad.
Esos límites no están relacionados con faltas de capacidades o de conocimientos por parte de las mujeres, en realidad son factores externos como la cultura que rodea a las mujeres.
Catherine Berheide, doctora en Sociología, acuñó este término en 1992. “El […] suelo pegajoso se concentra en los mecanismos que aplican a las mujeres para mantenerlas en los puestos jerárquicos bajos y medios. Principalmente, se enfocan en los estereotipos de género, en la segregación del mercado laboral en femeninos y masculinos, en el acoso social y psicológico y en la incompatibilidad de la vida privada y pública”, definió Angélica Sofía Bucio Méndez.
Este término lo definió la ONU Mujeres como la desventaja que enfrentan las mujeres, con educación secundaria e ingresos familiares intermedios en su mayoría, que, pese a formar parte del mercado laboral, carecen de redes de apoyo que impulsen su desarrollo profesional y por tanto su independencia financiera.
Un precipicio de cristal hace referencia a la llegada de mujeres a puestos de liderazgo en medio de momentos críticos relacionados con una crisis. El nivel de riesgo al asumir esas posiciones es muy alto, porque las probabilidades de fracaso ante situaciones emergentes, sin precedentes y negativas son altas. El problema para las mujeres reside en que, cuando una mujer fracasa, se contribuye al paradigma sexista que ha delimitado esos puestos sólo a hombres porque “las mujeres no son buenas dirigiendo”.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía del 2020, en México más de 2 millones de mujeres señalaron haber experimentado alguna forma de violencia en el trabajo y más de 95,000 renunciaron.
Fuente: Expansión Mujeres
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